Primer 5 aniversario de nuestra misión en España (de muchos más)
Han pasado 5 años desde la fundación de nuestra misión en Benicasim, ¡5 maravillosos años! ¿Os acordáis?
Llegamos cuatro de nosotras, sin conocer el idioma ni creernos del todo estar aquí. Hoy en día, mirando hacia atrás, aun nos sorprende el giro inesperado que dieron nuestras vidas y como estos cinco años nos han llenado de gratitud por lo vivido. Voy a mencionar algunos aspectos por los que estamos más agradecidas a Dios:
TIEMPO DE POBREZA
Invitadas a una cultura tan diferente de la polaca, llegamos con un conocimiento muy básico de la historia de este país y nulo del idioma. Este simple hecho nos impidió establecer un diálogo cotidiano con la gente, con el mundo que nos rodeaba. Aprendimos a escuchar y a conocer de otra manera: observando, escuchando con el corazón, callando.
No podíamos proponer nada, ningún apostolado, no sólo por las limitaciones lingüísticas, sino sobre todo porque no conocíamos a la gente, sus necesidades y sus experiencias. Lo único que podíamos hacer era amar y dejar que nos amaran y se entregaran de tantas maneras… ¡Oh, sí! Los feligreses nos acogieron con un gran corazón, con generosidad, con alegría, con un cariño inmediato que expresaron diariamente de mil maneras.
Dios nos trajo de una vida ajetreada y acelerada en Polonia al desierto, detuvo el ritmo de la vida y quiso hablar a nuestros corazones. Era como si nos llamara de nuevo, preparándonos lentamente para una nueva misión. Nos quitó toda sensación de poder y fuerza, nuestras herramientas más básicas, nos hizo pequeñas e indefensas en tantos ámbitos. Teníamos a Dios y sólo Él nos bastaba. Esto despertó en la gente mucho amor por nosotras y a nosotras nos dio una gran lección de humildad.
TIEMPO DE COMUNIDAD
Desde el principio, también ha sido una época especial de consolidación de relaciones en nuestra comunidad. Nos teníamos al principio solo las unas a las otras y pasábamos días enteros juntas. Cuatro caracteres y personalidades tan diferentes, cuatro historias de vida tan distintas. Ha sido un tiempo de conocernos, un tiempo de escuchar y un tiempo de compartir de la manera más sincera y profunda que sólo estas circunstancias podían fomentar.
Puesto que Dios nos ha conducido al desierto, queríamos vivir este tiempo juntas de manera fructífera. Aprovechamos para leer juntas nuestras Constituciones, los documentos de la Iglesia sobre la vida religiosa (Vitae consecrata), nos interesamos y pedimos lecciones sobre la historia de la Iglesia en España. Comenzamos un interesante e intenso programa de formación, con la ayuda de nuestros nuevos directores espirituales y de nuestro infalible tutor, Don Luís Oliver.
Rezamos y hablamos mucho: ¿cómo vivir en este mundo postcristiano? ¿Qué espera Dios de nosotras? Nos hicimos preguntas sobre nuestra identidad en el contexto de la desaparición de la vida consagrada en Occidente. Lo bueno de empezar de cero es poder asentar unas bases sólidas y meditadas.
ESPERA
Desde el principio no hemos tenido ninguna duda de que era Dios quien guía esta historia, esta misión. Parece que a Él no le interesaba demasiado nuestra creatividad o iniciativa en esta aventura, sino que buscaba nuestra docilidad y obediencia. Dios nos hizo comprender que debíamos esperar, rezar y seguir esperando, sin impacientarnos, él nos mostraría sus planes a su debido tiempo. Le preguntamos muchas veces: ¿qué esperas de nosotras aquí? …A veces su respuesta venía con una suave sonrisa, a veces con silencios, a veces a través de las palabras de los directores espirituales: «vivid el carisma, sed santas, lo demás vendrá con el tiempo».
Esta gracia de la espera purificó nuestras intenciones, nuestras ambiciones apostólicas, nuestro celo polaco… Si soy santa, eso le basta a Él. ¡Cuánta luz y libertad da esto!
LA ALEGRÍA DE LOS PRIMEROS PASOS
Después de las primeras semanas y meses, Dios nos fue invitando poco a poco a participar en sus planes para la Diócesis de Segorbe-Castellón. Dimos nuestros primeros pasos en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Benicàssim – fuimos participando en las catequesis, en Cáritas, en los hogares de ancianos y personas que viven en soledad. Con el tiempo, cuando fuimos cogiendo cierta base lingüística y cultural que nos hizo sentirnos un poco más seguras a cada una de nosotras, se nos fueron abriendo diversos caminos: algunas fueron llamadas a participar más en el Colegio católico Mater Dei, otras en el COF (Centro de Orientación Familiar). Y cuando ya habíamos iniciado nuestro camino, Dios lentamente empezó a soltarnos la mano, como si dijera: adelante, pruébalo, continúa tú misma.
Y así comenzaron nuestras iniciativas como los encuentros de Lectio Divina, los Encuentros Matrimoniales, las convivencias para niños y jóvenes, los retiros familiares. En todo ello nos sentimos todavía hoy con esa alegría fresca y el entusiasmo de un niño que sabe que El Padre amoroso le mira constantemente, le protege y le sonríe. Y le anima a seguir avanzando y cada vez andar con más seguridad.
Nos hemos enamorado mucho de esta gente, rezamos mucho por ellos y le preguntamos a Jesús: «Señor, ¿qué podríamos hacer nosotras junto a ti por ellos?». Porque sabemos que esto no es más que el comienzo de nuestra misión en España.
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Esta misión nos ha cambiado a cada una de nosotras. Nos sentimos llenas de libertad interior, felicidad y entusiasmo: éste es Su don, el fruto de Su amor.
Hace poco alguien me preguntó: «¿No te priva este mundo secularizado de la esperanza y del celo apostólico?». Le contesté rápidamente: «¡No! Este es Su mundo, Su Iglesia y Su misión a la que nos ha invitado. Como decía Santa Teresa de Jesús: «Dios y yo somos mayoría». ¡Estamos en Su equipo! Y cuando uno se sabe amado y salvado, es capaz de hacer más de lo que puede por sí mismo.